Canciones de la infancia: Reseña del libro Como música de Mahler moran las tristuras de la infancia

Canciones de la infancia: Reseña del libro Como música de Mahler moran las tristuras de la infancia

 

Escuchar a Mahler es leer Cómo música de Mahler moran las tristuras de la infancia (Ediciones Trinchera, 2019) con el pensamiento fúnebre, bajo las primeras lluvias de mayo; es seguir una tradición en donde el poeta Úlber Sánchez te acompaña por los pasajes de una memoria que se estancó en los días donde la nostalgia se aferró al cuerpo, enfermó la lluvia y recordó como presenciar la vida después de la infancia.

Como música de mahler.. sucede en un presente cansado, deteriorado, en donde solo quedan algunas paredes sosteniendo una casa que por momentos se agita, como agitar un cuerpo al recordar el lecho materno, las estancias sobre un papel y las fisuras de una miseria.

Escuchar los versos de Úlber Sánchez en la música de Mahler, es resistir una declaratoria de tormenta. Su parecido es la misma lluvia que no se detiene, que procura desgastar el rostro, secar los años desde las arrugas:

Llueve siempre.

Por la ventana se observa la misteriosa palabra

                                                                         [de mi madre (p. 15)

*

Un libro líquido en donde los episodios se precipitan en un estado sucedido. Tiene el reflejo de haber sido escrito con la intención de ser acompañado de la Sinfonía n° 1 o Sinfonía Titán de Gustave Mahler, ya que cada partitura nos recuerda a la estructura en cuatro movimientos de dicha sinfonía:

1. Lentamente: Los textos se leen despacio, con la intriga en la garganta y el recuerdo de aquellas nostalgias que figuran en una madre. Es aquí donde la figura materna se vuelve la misma naturaleza en la cual uno abraza la infancia, como ver caer la lluvia cuales recuerdos que se desbaratan en el suelo, en las calles vacías como un milagro.

 

2. Moviéndose con fuerza: Cuando comienza la lluvia el poema va incrementando su ritmo en cada verso, la lluvia se torna en los recuerdos que caen en la mirada, humedecen los hombros, las fuerzas que se debilitan en cada ventana en donde se guarda la infancia. Como lo describe también el poeta César Vallejo en Trilce LXXVII:

No se vaya a secar esta lluvia.
A menos que me fuese dado
caer ahora para ella, o que me enterrasen
mojado en el agua.

 

3. Solenme y con medida: La presencia de un milagro, un milagro no sucedido, que se detiene, se apaga, nos deja con la pregunta de: ¿en que lugar encontraremos más lluvia? El milagro de mayo donde recién inicia la temporada de tormentas y aquí la lluvia nos regresa a una ausencia:

 

Mi madre viene hacia nosotros, parte las tortillas como se hizo con los panes,

el milagro no sucede (p. 13).

 

4. Tormentoso y agitado. Enérgico: El cierre de la obra con el apartado Las ansiedades del abandono en donde es un final más que cantado para la mirada y en donde de un golpe nos vuelve a la humanidad futura, en la que morimos; nos embellece en huesos y nos guarda en fosas, cubriéndonos de un lenguaje otoñal en donde padecemos la misma imagen que nos da el poeta, el de acostarnos y presenciar la muerte bajo del hombro y con las respuestas esparcidas por los distintos versos que lo componen:

Más allá de la último sonata,

habitamos los recuerdos (p. 21).

 

Leer a Mahler, es un futuro que el poeta escribe dentro de su obra, una temporalidad que nos regresa a los atardeceres incendiando horizontes, a un olvido donde los huesos intentan encontrar en el imaginario del verso logrado, un castigo para migrar como aves, de aquello que nos fue impuesto por la poesía y nos arranca de la palabra, de un mes que quizás no volverá o no aparecerá en nuestro año: mayo-mamá-miseria.

*

Santa Sara como Santa Lucía, de todas las tardes reunidas en un lecho materno, en una tradición poética, en una miseria de la infancia retratada en una lluvia:

La lluvia escampa más allá de la tarde,

nos conduce a los mismos lugares (p. 18).

 

Nos conduce a las memorias que tardan como una infancia, que nos desarma y repara en el tiempo, que el tiempo es una tormenta que se pierde al nombrarla.

*

Y el cielo se vuelve un escape de todas las aves que aletean los recuerdos de una madre, de un milagro, de una violencia que recorre los huesos que están enterrados en el jardín del tiempo. Que nos oscurece la mirada e invoca siempre a la misma infancia, la infancia ciega, la infancia húmeda, la infancia ausente que se guarda en la mirada opaca de la muerte, la infancia que se mira en el espejo en donde moran las líneas que tensa la música de Mahler en el rostro, en la lluvia en donde no nos quedamos, donde desechamos las maneras de contar los años, en donde leemos nuestras memorias, como lo relata Jorge Luis Borges en su poema de la Lluvia:

Cae o cayó. La lluvia es una cosa

Que sin duda sucede en el pasado.

 

Y el poeta te aparta de la violencia en las palabras y te acuesta en su pasado, en el pasado de las tristuras, el de la casa con mamá como una pared vacía, te revive en un futuro en donde la poesía se protege en la memoria de lo materno y una infancia:

El cementerio es un canto de pájaros nocturnos (p. 57).

 

Nocturnos como una infancia donde moran las tristuras de la lluvia.

 

 

diegomontes@adncultura.org