Carlos Fuentes, Ixtapa-Zihuatanejo y el Partenón del “Negro” Durazo

Carlos Fuentes, Ixtapa-Zihuatanejo y el Partenón del “Negro” Durazo

Por Eliot Panzacola

“Un paraíso”, así describe el escritor mexicano Carlos Fuentes al binomio turístico Ixtapa-Zihuatanejo, en su artículo titulado “México entre dos mares”, escrito para el periódico estadounidense New York Times, el 18 de marzo de 1984. Fuentes -al igual que sus amigos, Gabriel García Márquez y Julio Cortázar-, encontraría, en estas playas del Pacífico, la anhelada tranquilidad para descansar. El New York Times publicaba las opiniones que el escritor de La Región más transparente emitía sobre diferentes temas, en especial México y  América Latina; además de las reseñas de sus libros que iban apareciendo.

El 29 de febrero, unos días antes de su artículo de marzo, el autor de Terra Nostra, ofrece la conferencia: Chile, una memoria, en el auditorio Graham Chapel, de la Universidad de Washington*. Además de esta actividad, también trabajaba como Profesor Invitado en Literatura e Historia. Cuando finalizaba sus compromisos con la institución, viajaba -junto con su familia- a las playas de Ixtapa-Zihuatanejo. 

En 1984 el balneario se consolida como un destino atractivo para el incipiente turismo de masas. El binomio ofrece todos los servicios y la comodidad que los tiempos competitivos exigen. En contraste con el bullicioso puerto de Acapulco, aquel se desarrolla tranquilamente. En ese año, la exuberancia de la vegetación todavía es impresionante, pues el crecimiento demográfico es relativo.

En el artículo arriba citado -que oscila entra la memoria y el folleto turístico-, Fuentes nos describe al Veracruz de su infancia, pero también al de su padre y abuelo, y sus conocimientos del moderno y viejo Ixtapa-Zihuatanejo**. 

Un paraíso, tanto antiguo como nuevo, es la historia del otro mar. Zihuatanejo es un antiguo pueblo de pescadores, muy parecido al Acapulco de mi infancia. Las playas son espléndidas en esta bahía. Aguas límpidas se encuentran con arena blanca rodeada de pequeños hoteles y restaurantes, el más delicioso es Villa del Sol, un albergue creado y mantenido por un ingeniero alemán, Helmut Liens, quien renunció a los inviernos en Munich por la libertad durante todo el año en Playa la Ropa. La Playa de la Ropa, a donde alguna vez acudían las mujeres del pueblo a lavar la ropa, o donde un galeón naufragó y soltó una carga fantástica de lino español, ¿quién sabe?1

Si Zihuatanejo es la parte antigua de la moneda, Ixtapa, la otra cara, es la novedad. Su diseño “integralmente planeado” por el gobierno mexicano, atrae a un tipo de turismo interesado en propuestas actuales. Además de Ixtapa; Cancún y Los Cabos nacen en la misma década de los setenta. Un ejemplo de esto, recae en la figura arquitectónica y paisajista del ex hotel Camino Real (hoy Las Brisas).  

Ixtapa, el desarrollo vecino en el océano, es una creación reciente y, sus edificios altos, son los que destacan en la zona. Pero el Hotel Camino Real sorprende por la forma en que se funde con el paisaje. Visto desde el aire, el Camino Real parece una máquina de escribir dejada demasiado tiempo al sol. De cerca, se reconoce la forma en que el arquitecto Ricardo Legorreta (discípulo predilecto del decano de la arquitectura mexicana, Luis Barragán), se negó a construir en oposición a la ladera de la montaña, sino que adaptó el edificio al descenso natural de la sierra al mar. Me dicen que el señor Legorreta examinó un puñado de tierra roja de Ixtapa y decidió que el hotel debía ser del color de la tierra. En algún momento, esto debe haber parecido la tierra de los faraones: 2.000 trabajadores construyendo aquí. Pero el Camino Real no es un Luxor con luces estroboscópicas. Es íntimo, en parte porque todo lo público también es privado: palmeras y buganvillas, cactus de órganos dramáticos, hibiscos (tulipán) y lagunas con aspecto de Monet, cargadas de lirios. Andrés Rosetto dirige este leviatán varado como si fuera su propio jardín.2

Para Carlos Fuentes, narrador por antonomasia, las descripciones y los detalles que exaltan y ayudan a la comprensión de una figura o situación que se observa son muy importantes. Ejemplos de lo anterior podemos encontrarlos en varias de sus novelas o ensayos. En otra parte del artículo, nos describe la estación de lluvias en el Pacífico y la compara con la del Golfo. En aquel, después de una precipitación tropical, el mundo vegetal se impregna con una luz especial. Y por las noches, cuando el cielo queda despejado, los signos astrales son más perceptibles. Este pasaje del artículo tiene un tono nostálgico.

El verano no es época de monzones por aquí. Como en Veracruz, la lluvia ocurre de noche, si es que llueve. Pero en Veracruz un norte nunca está lejos. En Ixtapa-Zihuatanejo, un aguacero tropical furioso podría durar un par de horas. Luego, el mundo cambia y los verdes exuberantes transforman la austeridad del invierno seco. Los colores dominantes del lugar, esmeralda y azul, se vuelven mucho más puros en el verano, pero se ven atenuados por la brumosa plata del amanecer y luego por las hogueras rojas que la gente arma por la noche. Todavía tengo que ver, en mis viajes, un cielo nocturno tan límpido como este. Los mapas de los cielos están allí, al alcance de la mano, a simple vista: el Cazo, Orión, la Osa, realidades visuales en las noches de Ixtapa-Zihuatanejo. Ya no necesitan ser explicados o ilustrados.3

En 1982, la bahía de Zihuatanejo se obnubila por la presencia de una construcción que intenta emular al clásico Partenón de Atenas. Su entonces propietario, Arturo Durazo Moreno, apodado el “Negro”, ex Jefe de la Policía del Distrito Federal (hoy Ciudad de México), es detenido y sentenciado por las autoridades mexicanas en 1984, por haber cometido varios delitos. Un personaje oscuro de la historia moderna mexicana. La mega mansión que se levanta frente a la playa La Ropa, es reconocida como el monumento a la corrupción que avergüenza al país. Carlos Fuentes no soslaya este hecho y en el mismo artículo da cuenta del aberrante caso.

La desfiguración de Ixtapa-Zihuatanejo se puede observar en la fea réplica del Partenón de Atenas construida por el infinitamente corrupto jefe de policía en la Ciudad de México durante el régimen de López Portillo. Con un salario de unos 800 dólares al mes, el general Arturo Durazo Moreno, conocido como El Negro, erigió esta ofensa al buen gusto y a la moral pública, de cara al sol. Tuvo, pues, que taparlo con toscas mantas campesinas para protegerlo del resplandor. Era como la piel de la pobreza de México cubriendo las verrugas de la riqueza de México. El general Durazo ahora ha huido del país, dejando atrás grifos dorados y columnas de mármol. Pero su palacio se erige como un monumento al desencanto de México con el dinero fácil, la desigualdad extrema y la arrogancia ofensiva como productos sociales de nuestras ilusiones de modernidad industrial.4

Se puede concluir que, gracias a este texto escrito para el New York Times, sus lectores podemos conocer otra de las diversas facetas del autor de La muerte de Artemio Cruz y Aura: la del articulista de temas turísticos. Así como también, poder vislumbrar parte de sus líneas vivenciales en estas playas del Pacífico mexicano. 

 

[1] Fuentes, Carlos, 18 de marzo de 1984. MEXICO'S TWO SEAS. The New York Times [México entre dos mares] (Eliot Panzacola. Trad.)

[2] Ibíd.

[3] Ibíd.

[4] Ibíd.

*23 de febrero de 1984. Fuentes recollects Chilean memories. Washington University Record. 

** Por tratarse de una investigación de mi lugar de origen (Zihuatanejo), abordaré este último.

Fotografía de Carlos Fuentes tomada del periódico El País.