La Guerra Sucia en la Literatura | Guerrero

LA  GUERRA  SUCIA  EN  LA  LITERATURA

 Con el nombre de Guerra Sucia se conoce en México a las acciones de la represión policíaco —militar tendientes a exterminar los movimientos de oposición, campesinos, guerrilleros, estudiantiles o gremiales que se desarrollaron de forma contestataria al régimen político, conduciéndose esta barbarie técnicamente como Guerra de Baja Intensidad o Conflicto de Baja Intensidad que se inicia en la década de los años sesentas hasta aproximadamente 1982 con la desintegración de la Brigada Blanca y la Dirección Federal de Seguridad, acciones previas a la Ley de Amnistía de ese año.

La Literatura Guerrerense aborda la temática de la Guerra Sucia en obras como la de Simón Hipólito, “Amnistía y Represión”; Baloy Mayo, “Crónica de Tiempos Broncos” e “Insolación en el Trópico”; Enrique González Ruiz, escribe la biografía no autorizada de Acosta Chaparro, Enrique Galeana Laurel “Tempestades”, es destacable el trabajo sobre el perfil de Rosendo Radilla escrito por su hija Andrea Radilla; Felipe Fierro escribe “El Último Disparo”, Jesús Bartolo Bello con su poema en cuatro actos y una coda “No es el viento el que disfrazado viene”, y el trabajo del escritor Roberto Ramírez Bravo, “Las pausas concretas”.

El trabajo del poeta niños Jesús Bartolo, que a modo de confesión se disfraza y pregunta el destino de su padre, Ausencio Bello Ríos, detenido-desaparecido durante la guerra sucia en Atoyac, el 4 de agosto de 1974; cuando éste estaba próximo a cumplir cuatro años de vida y del cual conocemos su obra “No es el viento el que disfrazado viene”, obra que contiene las confesiones y las angustias de un niño por recuperar a su padre ausente, cuestionando e interrogando al mar, a los chaneques, a su abuela, al viento, al tiempo y a los recuerdos.

Jesús Bartolo utiliza la catarsis poética a partir de la construcción de la dramaturgia que en su estructura sería equiparable al guión cinematográfico o radiofónico con una carga emocional, que va del reproche al temor, al miedo y a la autoflagelación, maneja magistralmente el poema contemporáneo, salpicado de modismos y regionalismos de la Costa Grande y de la Sierra de Guerrero.

Los ecos de la sierra están en su poemario, en su tristeza antigua, en la pesadilla permanente en la ausencia de un padre, en esa ausencia sin destino de aquellos familiares de desaparecidos que han recurrido a cualquier medio e incluso a las llamadas saurinas o videntes, en su búsqueda permanente del familiar y del ser amado, ese dolor de la ausencia, es el dolor inefable el haber llorado por un padre, por ese viejo que conozco solo en diez fotografías. La fotografía como medio de fijación, esas fotografías que detienen el tiempo que se utilizan en carteles en la búsqueda por la presentación de los ausentes, fotografías en blanco y negro pegadas en grandes mantas por cientos…..

Este poema es de resistencia, de la memoria contra el olvido, de la lucha de más de 30 años de búsqueda de la reconciliación del pasado con el presente. Es una exploración en el pasado, en la búsqueda de los miedos, emociones entre un niño y su padre, es una amorosa búsqueda en el tiempo.

La memoria colectiva está implícita en la poética de Jesús Bartolo “La Línea Amarilla de la Carretera”, la del progreso, como las carreteras que se construyeron en la sierra para perseguir a la guerrilla y que después de Diciembre de 1974 lucieron abandonadas; la carretera, la que se llevó al camión verde. Para Jesús Bartolo la literatura es un refugio y un vehículo de búsqueda de respuestas para romper el silencio guardado por 30 años, un viaje en la memoria del niño que se disfraza, que cuestiona, “si de ellos, los lluviosos, los sin nombre de los que no se fueron, de los que se llevaron. Con la línea amarilla llegaron los armados verdes y la gente se volvió hosca y desconfiada”.

 “Intento seguir las huellas de aquellos pesados camiones verde olivo que llegaron para no irse más”.

Este poema es de resistencia, es la realidad de las víctimas, es la lucha de la memoria contra el olvido, son las cicatrices que no cierran, son sentimientos, recuerdos, que hacen sentir  la violencia, que reelabora miedos a partir de los mecanismos, de recordar, de escribir, clasificar, contar, recrear y expresar. El miedo es un acto que no cesa, es una amenaza, latente y persistente que se extiende en el tiempo y en el viento…

El poema de Jesús Bartolo, nos acerca al ser humano, con sus sentimientos al desnudo:

“Madre, tu dolor es de lejos, son tus labios que no dijeron muchas veces “padre”, son tus manos que no le abrazaron, es la ternura que se tiene dentro como un cáncer”.

La memoria es un laberinto donde se recrean nostalgias, las cuales nos vuelven a torturar como cuando ocurrieron los hechos traumáticos.

Roberto Ramírez Bravo autor de la novela, “Las Pausas Concretas”, se especializó en la temática de los derechos humanos, el movimiento campesino y social y la guerra sucia contra los movimientos armados.

Estamos ante una novela imprescindible, que describe uno de los momentos más crueles de la historia de nuestro país.

Llegó a mis manos la novela en el año 2009, me impresionó la  ilustración de su portada con la obra del maestro Casiano García “Palmas en Movimiento”, oleo sobre tela, donde se maneja la perspectiva del campo con la armonía de los colores pastel y el andar de una pareja que pareciera huir hacia la eternidad. Roberto, a diferencia de Jesús Bartolo, no es una víctima de la guerra sucia, es un escritor y periodista comprometido con la búsqueda de la verdad y la denuncia desde la literatura. Su obra, “Las Pausas Concretas”, es su primera novela publicada, la cual cuenta con una estructura compleja con recursos literarios amplios y con una narrativa que se construye desde muchas voces, desde diferentes perspectivas y tiempos.

 “Atalo Francisco Pineda del Rosario, a sus 52 años, se siente viejo, viudo y abandonado por sus hijos, su anhelo es morir ya. La historia del bibliotecario, parece cambiar cuando hasta su vivienda ubicada en un poblado de la zona poniente de Acapulco llega su ahijada María Soledad Terrones a quien bautizara hacía ya tiempo acompañada de su hijo de 6 años. María Soledad es descendiente directa de un legendario comandante guerrillero asesinado años antes y quien tiene el don de inventar y contar historias fantásticas además de predecir el futuro, un levantamiento armado, la caída de un ovni en San Marcos, el surgimiento de una extraña niebla en el Puerto de Acapulco y después la huída hacia la montaña de Guerrero donde se concreta la historia de amor que aquí se cuenta”.

“Las Pausas Concretas”, es la construcción de una historia de amor en medio de la tempestad, en el clímax de la persecución. Se relatan en la novela, situaciones como el suicidio, la soledad, los momentos más fuertes de la represión de ayer y ahora, las masacres de Aguas Blancas y El Charco; la tortura y la futura construcción de una presa que podría ser La Parota.

Los lugares comunes del relato son los arrecifes, los tabachines, la colonia Jardín, Pie de la Cuesta, San Isidro, El Pedregoso, El Conchero, Cerrito de Oro, El Escorpión y Coyuca de Benítez. Dentro de los personajes encontramos al escritor José Saramago, el Padre, Máximo Gómez,  al Doctor Bertoldo, defensor de los derechos humanos, a Citlali, la poetisa, a Nicomedes, el guerrillero que viene desde “Guerra en el Paraíso”, de Carlos Montemayor y la gran Elena Poniatowska. Esta novela está salpicada de poesía, de prosa fluida y clara, se reflexiona filosóficamente, se cuentan leyendas y se describen a seres extraordinarios que cobran voz y narran sus propias aventuras, combinando a cada momento la fantasía y la realidad y utilizando el llamado realismo mágico.

Roberto Ramírez cuenta historias rescatando la tradición oral de nuestros antepasados y utiliza la palabra como instrumento para transformar la realidad; el no cuenta historias de aparecidos, él cuenta historias de desaparecidos, de personajes en fuga en una huída permanente a la represión gubernamental en una historia rica en contenido que no pareciera ser la primera que publica el autor, con cuya obra realiza el tránsito del cuento a la novela de la resistencia que nos demuestran que en el horror florece también el amor y la esperanza. Él rescata la otra historia, la no oficial, la de los vencidos, la historia negada, oculta que se quiere condenar al olvido, pero él reivindica la preservación de esta memoria, rompiendo el esquema de la novela costumbrista y toma en cierto momento rasgos de la novela negra, que nos brinda historias nuevas y que al igual que Jesús Bartolo pone la literatura al servicio de la resistencia y adelgaza en cada línea la frontera que existe entre lo real y lo ficticio, se une a obras de gran valía como “Guerra en el Paraíso”, “Las mujeres del alba” de Carlos Montemayor y las novelas de Fritz Glockner, “Veinte de cobre” y “Cementerio de papel”.