Precipitaciones en la mirada

PRECIPITACIONES EN LA MIRADA

A veintidós años del huracán Paulina.

 

Los noticieros anuncian precipitaciones para las siguientes horas, dan las nueve de la noche del día miércoles 08 de octubre, el viento en el puerto es frío distinto a la calidez que lo representa. En la calle, con los amigos sentados en la banqueta miramos como los árboles se agitan por las corrientes de aire.

—Si amanece nublado no voy a ir a la escuela.

—No quieres ir porque no hiciste la tarea, ¿verdad?.

—Es que cuando amanece así no te dan ganas de salir de la cama... y también porque no hice la tarea, luego ni la califican.

Nos daba tiempo de un último juego, pero una voz me convencía a entrar a casa. —Armando, ya metete, ya es hora de que se duerman, mañana hay escuela.

Me despido de los amigos, la despedida es entre risas y con la esperanza de continuar jugando el día de mañana.

 

[El 9 de octubre de 1997 el huracán Pauline 

produjo 411.2 mm de lluvia en menos de 24 horas.

Tal cantidad de agua es la que cae del cielo,

en promedio, durante tres meses en esa región.

A las 4:00 am se registraron los mayores aguaceros

en el puerto de Acapulco, con 120 mm de lluvia,

la precipitación de un mes en una hora.]

 

—Armando, despierta. Ya son quince para las ocho, ya se nos hizo tarde.

Amanece un 09 de octubre, es un despertar nublado, desde la ventana se ve que toda la noche ha estado lloviendo. Le digo a mamá, mientras bebemos un atole, que tuve un sueño muy raro, que estaba en un lugar muy ruidoso, no veía nada, solo oía gritos de personas asustadas, no reconocía a nadie, todos pedían auxilio.

—Debió de ser una pesadilla. Me respondió mamá, mientras me da un beso en la frente.

—Fue una pesadilla muy fea. Mencioné.

Dan las ocho de la mañana, y sabemos que ese día ya no iría a la escuela, es muy tarde y que por la lluvias seguramente suspenderán las clases, me quedo en casa; aún con la pijama puesta me acuesto nuevamente en la cama, al fin terminaría de ver aquel programa que cada día no veía por ir a la escuela. De pronto, escuchamos que alguien llama a mamá desde afuera. Ella abre la puerta y pude escuchar a una persona sollozando, como en mi pesadilla, era mi padrino el que había llegado a visitar, desesperado, con una bolsa de plástico cubría su cuerpo.

—¿Están todos bien? Estaba muy asustado, pensé que les había pasado algo malo. No hay transporte, tuve que caminar, al llegar en la entrada de la Zimapán no pude cruzar, es imposible, hasta que la corriente bajó un poco y pusieron unas tablas, solo así pudimos atravesar.

—¿Pues qué pasó?

—¿No lo saben? El río se salió y se llevó los puentes.

—Eso no puede ser. No sabíamos de eso. Mamá me regresa a ver, como buscando posibles respuestas.—Con razón se escuchan como piedras a lo lejos.

Con razón había escuchado esos gritos. Pensé. No era una pesadilla.

 

[Las intensas lluvias de Pauline generaron severos daños:

-Incremento en el nivel de los ríos: Papagayo, La Sabana y El Camarón.

-Derrumbes en las cadenas montañosas de la bahía de Acapulco.

-Escurrimientos súbitos que siguieron los cauces naturales.

-Flujos de lodo que arrastraron todo tipo de material (rocas, arena,

árboles, escombros y basura).

-Cortes carreteros.

-Puentes destruidos.

-Poblaciones incomunicadas.

-Daños totales en 5,000 viviendas.]

 

Salgo a la calle con mamá y acompañados de mi padrino. Los vecinos se reúnen a lo lejos, intentan pasar un ligero arroyo que se formó por las lluvias y que baja por la calle Del chico, en la colonia progreso. A los lejos se mira un tumulto y un gran caudal que se escucha cada vez más intenso.

—Tengan cuidado al pasar, hay muchas rocas que vienen con la corriente y nos les vaya a lastimar.

Cruzamos con precaución, llegamos a la casa de Doña Petra la cual solo había quedado la pura fachada.

—Aquí hay que quedarnos. Será muy peligroso si nos acercamos más. La corriente nos puede llevar.

Vemos lo sucedido desde la calle Acayucan, el río es inquieto y corre con coraje, entre su corriente vemos pasar troncos, escombros, partes de casas, incluso un auto, que metros después queda estancado al lado de la casa de Don Paco, hace que el río se escuche con más fuerza, como si estuviera furioso.

Subimos por la calle Río Balsas, caminamos por el callejón sin nombre, desde ahí también se puede escuchar como ruge el caudal, al llegar nos dimos cuenta que no hay paso, hay un gran boquete en donde el río se arremolina, tiró el puente que mamá y yo usamos para llegar a la avenida Constituyentes. No hay forma de cruzar ya que la distancia entre ambos lados es demasiado ancha, además de que el río sigue avanzando con furia trayendo rocas muy grandes, mucho escombro, no baja su intensidad, incluso vemos entre la corriente el brazo de una persona, es demasiado atemorizante, me escondo detrás del brazo de mamá.

Bajamos por la calle Zimapán y el panorama es el mismo, incluso más crudo. El río del camarón baja desde la colonia María de la O, se divide justo frente a la iglesia de la Sagrada Familia, los brazos del río la rodean, pasan por la calle Río balsas, abrazan “la manzana”, la cual así llamamos a la unión de las calles que la conforman: calle Zimapán, Pachuca, Acayucan, Del chico. El río del camarón pasa en ambos lados de la manzana y se vuelve a unir en la avenida Baja California. Estamos en medio, no hay para donde ir, permanecemos quietos,  solo nos queda contemplar, con horror, los cadáveres descarnados de las personas que pasan mezcladas entre los escombros.

—¿A qué horas fue?

—Dicen que en la madrugada.

—Nos agarró dormidos.

—Los Clemente no pudieron ni escapar. La barda se les cayó encima y el río entró bien furioso hasta sus recámaras para sacarlos a todos.

—A Don Paco lo encontraron al lado del puente, dicen que aún estaba vivo cuando el río lo despojó de su hamaca, que al llegar al puente se aferró a una solitaria varilla. No pudieron salvarlo, ahí quedó  prensado, con una expresión de horror en el rostro y sin un brazo.

—Yo escuché todo. Se oían como truenos pero estos se sentían cada vez más cerca de la casa. Se escuchaba como el río avanzaba con rocas, destruía todo, hasta llegar a la casa y nos tiró la barda, la corriente empezó a entrar muy rápido, por suerte pude despertar a mi mamá y a mis hermanos, salimos como pudimos, en cuanto cruzamos la puerta el río nos arrebató nuestra casa, nuestra vida. 

La hija de Doña Petra empieza a llorar, le tiemblan las manos, la voz, se ve muy asustada. También lo estoy.

—Fue de madrugada. Nos agarró descuidados. Dormidos.

—En el noticiero no dijeron que sería tan fuerte. -

Dicen que venía una serpiente conduciendo la corriente del río.

—Un tío dice que la vio. Justo en la madrugada. Él se iba a trabajar. Dice que la miro como rodeó a la iglesia de la Sagrada Familia, le dio tres vueltas y la derrumbó. No dejo nada de ella, ni sus paredes, ni sus santos. La desapareció.

—Dicen que esa serpiente era muy grande, que después de tirar la iglesia fue bajando hasta llegar al mar.

Se escuchan muchas historias. Mientras pensamos en cómo lograr salir de la pequeña isla que se ha formado debido a los ríos que la rodean. Solo tenemos que esperar a que la corriente baje. A que se instalen puentes ocasionales de maderas. A que el lodo se seque y se vuelva una ciudad polvosa. A mirar los cadáveres de familias amontonados en los postes, en los puentes, en la playa. Encontrar a los familiares que se los había llevado el río aún dormidos, aun sin despertar, jamás despertaron, ni vieron lo que es ahora la ciudad. Esperamos a que no vuelva a llover, a no dormir cuando en la noche escuchamos el sonido del río tan lejos pero tan cercanamente peligroso. A esperar que otra serpiente no baje de los cerros y le muestre al río su verdadero cauce, ese que nosotros le interrumpimos. A silenciar la mirada, las precipitaciones de un jueves 09 de octubre de 1997.


 

[El huracán Paulina visitó la ciudad en la madrugada del jueves.

En cuatro horas sembró el caos. Entrada la mañana,

decenas de cadáveres, entre ellos algunos niños,

yacían entre los escombros arrastrados por las aguas

hasta las avenidas principales. Las autoridades han confirmado

la muerte de 178 personas y hay otras 200 desaparecidas.

En el puerto de Acapulco las tareas de desescombro

van dejando al descubierto más cadáveres, y aún no se tienen

noticias de otras zonas que siguen incomunicadas.]




 

 

Fuentes:

https://www.gob.mx/cenapred/documentos/infografia-inundaciones-subitas

Rico, Maite. El huracán 'Paulina' se cobra 178 vidas a su paso por el sur de México. El país. México, 11 de Octubre de 1997.

https://elpais.com/diario/1997/10/11/internacional/876520813_850215.html



 



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