Razones para recordar y leer a Richard Brautigan

Razones para recordar y leer a Richard Brautigan

 

 

  1. Porque me lo recomendó un amigo que ahora no es mi amigo, pero que en ese momento quería lo mejor para mí.

 

  1. Porque sólo él podía entender a una trucha de verdad (en el sentido que eso suena en Mala hierba-Alejandra Guzmán), entonces escribió una oda a lo esplendente.

 

Lancé una hueva de salmón y dejé que flotase con la corriente hasta detrás de la piedra, y ¡BAM!, ya habían picado. La tenía en el anzuelo, y quiso llevarme corriente abajo, cambiando de dirección, siempre desde el fondo y dando mucha guerra, constante, decidida, y de repente el pez saltó y por un instante pensé que era una rana. Nunca antes había visto un pez así.

[…]

El pescado era una trucha arco iris de treinta centímetros con un enorme bulto sobre el lomo. Una trucha jorobada. La primera que había visto. Lo más probable es que el bulto fuese consecuencia de una lesión producida cuando la trucha era joven. Quizá la había pisado un caballo, o había caído un árbol al agua durante una tormenta, o su madre había desovado donde estaban construyendo un puente.

     Aquella trucha tenía algo muy especial. Me gustaría haber hecho una máscara mortuoria. No del cuerpo, sino de su energía. No creo que nadie hubiese entendido su cuerpo. La eché al cesto.

 

  1. Porque incluso si algún gran hombre pierde el piso por la fama, se le puede amar. El que esté libre de pecado que arroje la primera trucha.

 

  1. Porque en el futuro (o sea ayer) la gente escribirá brautigans, aquí tienes Los papeles salvajes, Black Out de María Moreno, aquí en el solar de lo siempreverde obras como la vida como Y para nosotros que “nos gusta sorprendernos”-Lyn Hejinian

 

  1. Porque Blackie Books (¡su casa española tío!) lo presenta como heredero sentimental de Hemingway, con un humor que bebe de Mark Twain y una garganta previa a José José y una vena filosófica que entronca con Emerson y Thoreau; lo cual todo junto suena tristísimo, –salud.

 

  1. Porque Blackie Books (esta es una segunda parte) presenta a La Pesca de la Trucha en América como un extenso poema en prosa, humorístico y melancólico, profundo y travieso, absurdo en el relato de lo cotidiano y, sobre todo, resistente al análisis y la clasificación. La obra se vendió como una novela. Novela: Ficción o mentira en cualquier materia (rae).

 

  1. Porque alguien ha dicho que su cerebro fue el único cerebro que tuvo. (La cita correcta es “su cerebro fue el único juguete que tuvo", pero el error me pareció bien, el cerebro revuelve las fichas, a menudo repite).

 

Un día salí a pie de Steelhead siguiendo el río Klamath, que bajaba turbio y revuelto y tenía la inteligencia de un dinosaurio. Tom Martin Creek era un arroyo de agua fría y clara que manaba de un cañón y atravesaba un conducto subterráneo bajo la carretera antes de desembocar en el Klamath.

[…] me gustaba el nombre.

     Tom Martin Creek.

     Está bien eso de poner a un arroyo el nombre de una persona y luego seguir su curso un rato para ver qué tiene que ofrecer, qué sabe y en qué se ha convertido.

 

  1. Porque tiras un anzuelo y pescas un zapato: a los veinte años Richard Brautigan fue recluido en un psiquiátrico por arrojar una piedra contra la comisaría. Lo había hecho para que lo arrestasen y lo alimentaran, pero en el hospital acabaron diagnosticándole paranoia, esquizofrenia y depresión.

 

  1. Porque La Pesca de la Trucha en América fue su primer obra pero la segunda en publicarse, la primera publicación fue un fracaso (qué es un fracaso) bajas ventas 1964 y luego ¡BUM! 1967, esto es arrojar luz sobre los tropiezos.

 

  1. Porque me enganché total sin resistencia corriente fuera de La Pesca de la Trucha en América, esto es algo que ya se entendió pero por si acaso. 

 

  1. Porque no ha hecho falta que siguiera escribiendo, aunque al recordarlo, al leerlo se le eche tanto en falta –dice otra vez la presentación de La Pesca de la trucha en América preparada por Blackie Books–, Richard Gary Brautigan se quitó la vida un 24 de octubre de 1984 a los 49 años, solitario se encontró su cuerpo; un cuerpo un arma una botella de licor, una muerte digna. 

 

     La trucha tenía una ancha banda roja en el costado.

     Era una buena arco iris.

     —Menuda trucha —dijo él.

     La levantó, y ella empezó a retorcerse en sus manos.

     —Pártele el cuello —le dije.

     —Tengo una idea mejor —dijo—. Antes de matarla, déjame que al menos sosiegue su avance hacia la muerte.

     A esta trucha le hace falta un trago.

     Se sacó la botella de oporto del bolsillo, desenroscó el tapón y dejó caer un buen chorro en la boca de la trucha.

     A la trucha le entraron espasmos.

     Su cuerpo se estremecía rápidamente, como un telescopio durante un terremoto. La boca permanecía abierta y castañeteaba como si tuviese dientes humanos.

Colocó la trucha en una piedra blanca, la cabeza colgando, y parte del vino goteó de su boca y manchó la piedra.

     La trucha estaba ahora muy quieta.

     —Murió feliz —dijo.

     —Esta es mi oda a Alcohólicos Anónimos.

     —¡Mira!

 

  1. Porque ayer mientras caminaba tuve una visión a lo Phoebe Halliwell, un epitafio bastante largo (que infringe las reglas de la brevedad sobre el granito) dijo con una voz cargada de cincel y miedo –tomé nota sólo del final, ahora me envalentono: Feliz, murió feliz en av. Insurgentes esq. con un letrero que decía CIRCULACIÓN llevaba abierta entre las manos una copia de La Pesca de la Trucha en América, “La Pesca de la Trucha en América” que es lo que siempre quiso escribir en un papel para ver qué se sentía escribir sobre un papel “La Pesca de la Trucha en América”.

 

Oh sí, casi siento el fresco de las aguas en los dedos. Así es así es tocar el cielo.

 

La cubierta de La pesca de la trucha en América es una fotografía tomada ya entrada la tarde, una fotografía de la estatua de Benjamín Franklin en Washington Square, en San Francisco.

     Nacido en 1706 — Fallecido en 1790, Benjamín Franklin se alza sobre un pedestal que parece una casa con muebles de piedra. En una mano sostiene unos cuantos papeles y en la otra el sombrero.

     La estatua habla entonces, y dice en mármol:

 

PRESENTADA POR

H. D. COGSWELL

A NUESTROS

JÓVENES

QUE PRONTO

OCUPARÁN NUESTRO LUGAR

Y MORIRÁN

 

*_*
Richard Brautigan, San Francisco (1968) Fotografía por Baron Wolman

 

RICHARD BRAUTIGAN (1935-1984) fue un poeta, novelista y cuentista estadounidense, originario de Tacoma, Washington. Autor de las novelas A Confederate General from Big Sur (1964), Trout Fishing in America (1967) y In Watermelon Sugar (1968); en poesía los libros The Pill Versus the Springhill Mine Disaster (1969), June 30th, June 30th (1978), entre otros tantos títulos.

 

LA PESCA DE LA TRUCHA EN AMÉRICA apareció en español en versión de Pablo Álvarez Ellacuría, bajo el trabajo editorial de Blackie Books en 2010. Los fragmentos aquí incluidos pertenecen a esa publicación.

En portada: “The Autopsy of Trout Fishing in America #2” por David Hollier.

 

 

giovanni@adncultura.org