Tránsitos, de la prosa al verso. Apuntes sobre Sylvia Plath

Tránsitos, de la prosa al verso. Apuntes sobre Sylvia Plath

 

Dueña de una portentosa voz poética, Sylvia Plath, poeta y escritora estadounidense, nació un jueves 27 de octubre de 1932 en la ciudad de Boston, Massachusetts. De su obra prosperó en vida y con mucha dificultad, El coloso (1960, poesía), Tres mujeres, poema a tres voces radiograbado por la BBC (1962) y la bellísima novela La campana de cristal (Enero, 1963). Con una exigencia religiosa de sí misma, Sylvia también desempeñó la escritura de cuentos y probó la prosa periodística -una batalla cuerpo a cuerpo-, la escritora con frecuencia se decepcionaba de sus piezas, tenía dificultades con escribir objetivamente sobre las cosas exteriores, donde el mundo es todavía palpable, utilitario como papel higiénico o portavasos. En el ensayo Una comparación (1962) -disertación sobre poesía y prosa-, sopesando la soltura del novelista, escribió:

 

Nunca he puesto un cepillo de dientes en un poema.

No me gusta pensar en todas las cosas, cosas familiares, útiles y dignas, que nunca he puesto en un poema. Una vez puse un tejo.1

Y ese tejo, con pasmoso egoísmo, empezó a gestionar y ordenar todo. No era un tejo junto a una iglesia en un camino más allá de una casa en un pueblo donde vivía cierta mujer, etcétera, como habría podido ser en una novela. Oh no. Se erguía honradamente en medio de mi poema, manipulando sus tonos oscuros, las voces en el cementerio, las nubes, los pájaros, la tierna melancolía con la que lo contemplaba..., ¡todo! No conseguí someterlo. Y mi poema acabó siendo un poema sobre un tejo. Ese tejo era demasiado orgulloso para ser una marca negra pasajera en una novela.

 

Sumergirse en sí misma, en un abismo de los símbolos, era su verdadera genialidad explicaría su esposo y editor póstumo Ted Hughes, en el epílogo de Johnny Panic and the Bible of Dreams, libro póstumo de 1977, que reúne los relatos, ensayos y fragmentos de sus diarios, escritos por Plath -publicados con y sin el consentimiento de la autora, algunos de ellos los había descartado totalmente, otros eran estrictamente íntimos- desde principios de los ´50 y hasta 1963, año de su prematura muerte.

Gran parte de su vida Sylvia llevó diarios, y cartas que escribía a su madre Aurelia; ahí se asentaban sus alegrías al escribir un buen poema “se mueve, y es atlético” escribió en su diario un lunes 20 de febrero de 1956 sobre Paisaje invernal, con grajos; el optimismo, siempre reverdeciente de publicar alguno de sus relatos en The New Yorker, o la desesperanza al rechazo del mismo «Mi bebé "La Capilla Matisse" [...] ha sido rechazado [...] Lo he escondido debajo de un montón de papeles como un niño nacido muerto». En la charla El oficio del escritor: La rutina, el poeta mexicano Julián Herbert abona sobre El diario como un instrumento en el ejercicio del escritor, un mecanismo para la práctica de la escritura y su afianzamiento “cuando uno lee la concisión, la precisión y la soltura que hay en los versos de alguien como Sylvia Plath, luego ves sus diarios y dices ¡pues claro! escribía dos o tres cuartillas diarias, por supuesto que tenía la oreja lista para cazar tiburones”, poemas exactos, como la tintorera perfectamente colorada azul metálico ondulando la también hora azul2 entre los cielos de Devon, Inglaterra, folios de papel revolución y pesadas máquinas Olivetti. De 4 a 8 de la mañana, rutina que le permitía trabajar antes de que su hijos pequeños despertaran, Sylvia escribió parte de los poemas que pertenecen al póstumo Ariel (1965), en él, finalmente la poeta arrancaría de sí, su visión oscura del mundo, mirada personalísima que sí bien sosegó en buena parte de su obra en prosa, también descongelaría a partir de relatos como Johnny Pánico y la Biblia de los Sueños (1958) texto creado una vez que abandonó la docencia en el Smith College y se desempeñó algún tiempo en el archivo de pacientes mentales del hospital General de Boston, de esa experiencia, su capacidad de observación, el llevar un diario: los mecanismos que le permitieron enfocar los materiales estéticos como explica Herbert, Plath sacó provecho encontrando en ese cuento previo a La campana de cristal [de carga autobiográfica] y Ariel [de tono confesional] un cambio en su fluidez y sus habilidades como escritora. «Lo que ese relato había hecho en realidad era dejar brotar el manantial en deshielo de su poesía como no lo había hecho ninguno de sus poemas hasta entonces», escribió Hughes.

Es aquí donde echar mano de la vida en la obra del autor se vuelve útil, en este relato, la experiencia de la autora se vuelca poderosamente en la obra, el uso de los instrumentos para capturar materiales con fines estéticos, se leen plenamente en la narración. La descripción de la rutina que bien puede ser la «entrada» en un diario:

 

Todos los días, de nueve a cinco, me siento a mi mesa frente a la puerta de la oficina, y paso a máquina los sueños de otros […] paso a máquina las quejas diurnas de la gente: problema con madre, problema con padre, problema con la bebida, la cama, el dolor de cabeza…

 

Y también la transcripción de sueños, como abunda Herbert sobre la poeta Elizabeth Bishop, quien llevaba un cuaderno de sueños, Sylvia por su parte escribió en Johnny Pánico:

 

Yo tengo mi propio sueño. Mi único sueño. Un sueño de sueños.

En este sueño hay un gran lago medio transparente que se extiende hacia el horizonte en todas direcciones, demasiado grande para que vea  las orillas, si es que hay orillas, y estoy flotando sobre él, mirando hacia abajo desde el vientre de vidrio de un helicóptero.

[…]

En ese lago desemboca de noche la mente de las personas, arroyos e hilillos de agua que llegan a un embalse común, carente de límites.3

 

Entre las prácticas de Sylvia, cuenta Hughes, encontramos el escribir los detalles de las personas que conocía, vecinos, familiares, etcétera, un archivo de consulta para crear historias, así cuando visitaba la casa de alguno, aguzaba la vista, regresando a casa reconstruía las fotografías mentales que había capturado.

 

…la señorita Milleravage es una mujer grande, aunque no gruesa; toda ella recios músculos y aventajada estatura. Cubre su sólida figura con un traje gris que vagamente me recuerda algún tipo de uniforme, aunque los detalles del corte nada tengan de marcadamente militar. El rostro, cuadrado como el de un buey, está recubierto de un notable número de diminutas manchitas, como si hubiera pasado algún tiempo bajo el agua y algas microscópicas se le hubiesen agarrado a la piel, manchándola con marrones y verdes como de tabaco.

 

Más datos de la escritora se cuelan en la narración, por ejemplo, ha citado haber estado en Inglaterra, donde estudió y conoció a Ted y con quien después regresó a vivir en Devon y luego separada y sola con sus dos hijos en Londres; recrea su sed de conocimiento, sus hábitos de estudio: la secretaria de Johnny Pánico ha decidido después de su jornada laboral, quedarse toda la noche encerrada en su oficina a leer un tomo antiguo del archivo de los sueños, reserva una manzana en el cajón del escritorio para cuando el hambre la merodee; deja la vida ahí como una vela que se consume por la noche y es encontrada por el amanecer despanzurrada o por el director de la unidad médica que la llevará a una cama de electrochoque, terapia inducida en Plath como tratamiento psiquiátrico.

 

La camilla blanca está preparada. Con terrible amabilidad la señorita Milleravage me quita el reloj de la muñeca, las sortijas que llevo en los dedos, las horquillas del pelo. Empieza a quitarme la ropa. Cuando estoy desnuda, me unge las sienes y me viste con sábanas tan virginales como las primeras nieves del otoño. […] Me tumban, las piernas bien extendidas, de espaldas, sobre la camilla. Me colocan en la cabeza la corona de alambre y en la lengua la hostia del olvido.

 

La obra de universo personal, transita del cuento a la novela, Esther Greenwood protagonista en La campana de cristal es internada en una clínica «Le conté a la doctora Nolan acerca de la máquina, y los relámpagos azules, y las sacudidas y el ruido. Mientras se lo contaba se quedó muy quieta. —Eso fue un error—dijo luego—. No se supone que sea así. La miré fijamente. —Si se hace correctamente —dijo la doctora Nolan—, es como quedarse dormido. —Si alguien me hace eso de nuevo, me mataré. La doctora  Nolan dijo firmemente: —No recibirás ningún tratamiento de electroshock aquí.» El tránsito se dirige ahora, en la ruta poética, en El ahorcado, fechado un 27 de junio de 1960, canta:

 

Asiéndome del cabello, un dios se adueñó de mí.

Sus descargas azules me achicharraron como a un profeta del desierto.

 

Las noches se volvieron invisibles, como el tercer párpado de un lagarto,

Un mundo de días blancos y descarnados en una cuenca sin sombra.

 

Un hastío rapaz me ató a este árbol.

Si ese dios fuera yo, haría lo que hice

 

En otros de los cuentos incluidos en la colección de Johnny Pánico o La caja de los deseos, en su versión en español (Nórdica:2017) Sylvia aborda el renacer de la penumbra, Iniciación relato de 1952, cuenta la ceremonia de incorporación al grupo selecto “chicas en sororidad” del colegio, en una última prueba, Millicent, la protagonista, decide que al salir de la sombría habitación declinará el lugar conseguido «La puerta se abrió tras ella, y un rayo de luz cortó las suaves tinieblas del sótano. –Eh, Millicent, sal. Ya está. Fuera estaban algunas chicas».

 

La campana de cristal cierra con estas líneas:

 

—Está bien, Esther. Me levanté y la seguí hasta la puerta abierta. Me detuve un instante en el umbral para cobrar cierto aliento y vi al doctor de cabello plateado que me había hablado de los ríos y de los peregrinos en mi primer día, y el rostro cadavérico y lleno de cicatrices de la señorita Huey, y ojos que pensé haber reconocido alguna vez sobre máscaras blancas. Los ojos y los rostros se volvieron hacia mí, y guiándome por ellos, como por un hilo mágico, entré en la habitación.

 

Sylvía Plath murió un lunes 11 de abril de 1963, a la edad de 30 años. En las rutas de prosa que van al verso y las de versos que van a la prosa, transita la autocombustible palabra de Plath que forjó las composiciones que hoy leemos y tenemos en especial admiración; rutas de escritura, personajes que se miran en el espejo de otro, rutinas compartidas, caen datos biográficos importantes toda vez que abonan en la comprensión de la obra. La poeta dueña de una portentosa voz, de un genio para la introspección, hizo de la experiencia benigna o terrible una creación poética.

 

/ La mujer se ha perfeccionado. 

 

*Primer verso de su último poema, 05/02/1963

 

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Sylvia Plath en 1959, Retrato por Rosalie Thorne McKenna.

 

 

Notas

1 Tejo, árbol de coníferas.

2 Hora azul, de la expresión francesa L'Heure Bleue, que se refiere al período del crepúsculo cada mañana y por la noche donde no hay ni luz del día ni la más completa oscuridad. El tiempo se considera especial debido a la calidad de la luz en esta hora del día. [Entrada de Wikipedia].  Paul Alexander biógrafo de Plath en Magia Cruda (1991), dedica el capítulo La hora azul, a este momento previo del amanecer, cuando Sylvia escribía.

3 De aquí en adelante, la versión al español procede del blog personal de Miguel Angel (sic) locomotoroblog.wordpress.com

 

Bibliografía

Alexander, Paul. Magia cruda. Una biografía de Sylvia Plath, trad. Alberto Haller y Sonia Bolinches. Barlin Libros, España, 2017

Plath, Sylvia. La caja de los deseos, trad. Guillermo López Gallego. Nórdica, España, 2017

---------------. La campana de cristal, trad. Elena Rius. Edhasa, España, 2008

---------------. Poesía completa, trad. Xoán Abeleira. Bartleby, España, 2008

Recursos electrónicos

Herbert, Julián. El oficio del escritor: La rutina. Charla grabada, Seminario Amparán. Transmitido en vivo el 29 marzo de 2019 [Archivo de video]. Disponible en < https://www.youtube.com/watch?v=7HaZAT4tie0>  [Consulta: 25 de octubre de 2019].

Miguel Angel. Sylvia plath – Johnny Panic y la Biblia de los Sueños. (6 de diciembre de 2017) Disponible en <https://locomotoroblog.wordpress.com/2017/12/06/sylvia-plath-johnny-panic-y-la-biblia-de-los-suenos/> [Consulta: 24 de octubre de 2019].

 

 

 

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